(Y) cenizas

Me dejo llevar, por la ira:

¡Hijos de puta! ¡Idiotas! ¿¡Por qué!? Espera, ¡oigo un ruido! Debe haber un jabalí entre los arbustos, pues queriéndome esconder del mundo, para pensar, he entrado en casa ajena, y sin llamar. Algo nervioso, intento decidir que hacer, pues me creo experto en estos lides, pero nadie lo es hasta que se enfrenta. Dejo de pensar y cierro los ojos, bueno, no en ese orden, pero ya he dicho que estoy algo nervioso, empiezo a percibir el entorno con todos mis demás sentidos agudizados. Cada vez más cerca, y un poco más, escucho sus gruñidos tranquilos, lo son realmente, dejo escapar mi aliento y lo soplo en dirección contraria a su venida. Pero me huele, yo a él no, contengo la respiración, pues me encuentro desarmado, de instrumento y cuerpo, como ya dije antes. Nada, y después se va.

Me detengo a pensar, que es a lo que me paré en un principio, y pienso:

– (Realmente no ha olido amenaza en mí, ni tan siquiera diferencia con él, y es que huelo a cerdo; y no por el sudor, la adrenalina, o la suciedad, si no por que realmente, huelo a cerdo. Como esos que hace un año prendieron la mecha de estos pensamientos, su casa, y algo más).

 

Y decir que este texto está dedicado a la avaricia y a la soberbia. Y que la lujuria, y la envidia, me los reservo para otro día.

 

Nota aclaratoria: He utilizado en la redacción de todo el pasaje un recurso estilístico conocidamente utilizado por  Cayo Julio César. En el que con su famoso «Veni, vidi, vici», expresó sus triunfos y hazañas pasadas llevándolas al presente, para más inri.

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  1. J. D. Moreno dice:

    Un saludo Félix, muy buena entrada, como siempre, y muy oportuna.
    Un cordial saludo.

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