Pensamiento no es el nombre de esta entrada, si no el de la flor. Y aunque invite a ello, a el pensamiento, no debemos dejar de percibir el gran efecto estético, como singular, ante el hecho de que no nos encontramos ante un montaje. Pues es la vida, pero también la soledad.
Sé que son flora autóctona las hierbas, o hierbajos (a gusto del consumidor), que asoman mediante triquiñuelas por entre resquicios, grietas, fisuras, y demás. Es una variedad de plantas, que no adaptadas, pero sí oportunistas, ante las pocas posibilidades que se dan, de germinar, crecer, y florecer en un hábitat tan adverso como es el de una ciudad. Y esto, para mí, no es lo sorprendente, lo que lo es, es el hecho de que haya pasado desapercibida; ante esos perros olerosos, pájaros picadores, barrenderos concienzudos, abuelas recogeplazas, niños traviesos… pero no, ante fotógrafos inquietos.
Esta es su suerte, y aunque fuese en soledad, quedó inmortalizada en una instantánea. Para siempre, y para no ser olvidada, tanto la flor, como en redundancia, la propia soledad.